Bienvenida al paraíso, ahora sólo te falta sonreír.

¡Bien, bien, bien! La verdad es que las cosas más o menos, se van solucionando. Supongo que al final las dos decidimos dejar el orgullo a un lado por un momento para arreglar las cosas, y, sin decidir si una tenía razón, o la otra, o ninguna (la verdad, es lo que ahora veo más probable) nos pedimos perdón. Nos pedimos perdón por el motivo de la discusión, y por las cosas que dijimos en el momento, enfadadas y sin pensar. Está claro que las cosas no están exactamente igual que antes, pero casi. La cosa va mejorando poco a poco. El sábado estuvimos casi toda la tarde juntas arreglándolo y, al principio fue un poco cortante y las cosas estaban un poco frías, pero al final nos lo acabamos pasando muy bien! El resto del puente estuve con él, que hacía un tiempo que no estábamos los dos a solas, y la cosa se había enfriado un poquito también. Hoy saldremos un poco todos de tarde, aunque no mucho tiempo (mañana hay clase, bufff...)

Bueno, el domingo de noche escribí como un texto inspirada en un fragmento de un libro que leí de mi madre (no tenía ningún libro en casa, y fue lo único que encontré... no me acuerdo del título). En realidad la chica de la que os hablo en el texto no es que sea muy importante en la historia, pero... no sé, me fijé en ella y me inspiró para escribir, así que aquí lo tenéis. Espero que os guste.

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En la vida lo tenía absolutamente todo: una casa preciosa, un buen trabajo, unas grandes amigas y, lo mejor de todo, a él; un novio perfecto (si no del todo, se acercaba bastante). Pero parecía ser que no se conformaba sólo con eso. No apreciaba lo que tenía. Quería más, más, siempre más. Cuando él le regalaba un anillo, ella quería unos pendientes a juego. Y cuando le regalaba los pendientes, faltaba el collar. Cuando le daba un beso, quería dos. Y cuando le daba dos, quería más. No se daba cuenta de todo lo que tenía, no apreciaba nada. No se daba cuenta de su situación, de lo feliz que sería si se diera cuenta de todo lo que la rodeaba, todo lo que siempre había soñado. Era su definición perfecta de lugar feliz, su paraíso personal. Pero nunca se sentía cómoda.

Llegó un día, en el que la gente se hartó de ella, de tanto contemplarla... todos se hartaron. Todos menos él, que la amaba con todas sus fuerzas. Y siguió a su lado, durante mucho tiempo. Daba igual lo mal que ella le tratase, él cada día intentaba sorprenderla aún más, pero nunca lo conseguía. Hasta que un día, él conoció a otra. Una mujer que sí le quería, y que le quería a él, no a sus regalos... y se marcharon juntos.

Ese fue el momento en el que ella se quedó absolutamente sola. Sin nadie. Lo único que tenía eran todos aquellos objetos que ella había deseado en algún momento u otro, pero no cuando se los regalaban. Porque, nunca dio las gracias. Siempre decía "Mmmm... no está mal. ¿Pero sabes que estaría mejor?" El día que contempló todos aquellos objetos, vio por fin cuánto había tenido, y cuánto más había perdido, para siempre. Está claro que no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes y, ella se dio cuenta muy tarde, demasiado incluso.

¡Que paséis un bueeeen día!

XX, Katia.